
En todas las grandes reuniones de alta sociedad y glamorosa pompa, uno de los personajes más amados, admirados y entrañables por todos los comensales era nuestro querido amigo Friedrich Nickelodeon Gutiérrez.
Era amado, admirado y entrañable justamente porque nunca asistía a ninguna.
Sin embargo, dióse el caso que allá por el año mil novecientos noventa y ocho de la era de nuestro señor, con motivos de festejar el año que concluía y el nuevo que venía cargado de novedosos augurios exactamente iguales que el anterior, decidió asistir a una de estas reuniones y descubrir así, como es que se presentaba al fin de cuentas el nuevo mundo ante sus ojos de patito feo.
Haciendo de tripas corazón y conteniendo la respiración, procedió a ducharse, acicalarse, engominarse y todos los “arse” que se les ocurra al curioso e imaginativo lector. Ya una vez apto para parecer lo más similar a un ser humano se lanzó a la calle en busca de la dirección donde se hacía la fiesta.
No llegó muy lejos pues propiamente dicho, se lanzó hacía la calle… Pero desde la ventana de su cuarto que estaba en un quinto piso.
Levantándose con dificultad pero no sin orgullo y altanería, emprendió su trayecto hacia la dichosa fiesta y, eme aquí que la encontró en la esquina entre dos calles que no vienen al caso ni tampoco recuerdo, pero ¡¡Oh gran felicidad demostró nuestro amigo Friedrich al hallar tal dirección!!
Y que gran desilusión siguió a ésta al ser echado a patadas por carecer de tarjeta de invitación…
Sin que lograran amedrentar a nuestro triste antihéroe, éste se coló por una ventana que daba al baño y, haciéndose pasar por un mesero logró ser parte de la fiesta. “Ser parte de la fiesta” es sin duda la frase más exacta de todo este relato ¿por qué? Justamente porque junto a la llegada de Friedrich, llegó también la diversión de tres o cuatro borrachos que pululaban por ahí, filosofando sobre la dicotomía del espacio- tiempo.
Ocurrió que al ingresar nuestro benemérito amigo al gran salón de la fama, lo primero que recibió como acogida fue un fuerte aroma a boludez humana, y que al parecer era la colonia que usaban la gran mayoría de los invitados que eran muchachos de entre diez y ocho y treinta y cinco años que charlaban animadamente en grupos separados, unos mirando de soslayo al otro en claro ademán de estar sacándole el cuero y, que cada dos minutos, con aire soberbio y arrogante, se formulaban intrincadas preguntas que lanzaban al aire y que por alguna extraña razón, maquinalmente o por inercia, procedían a darse la espalda para consultar las respuestas en sus notebook portátiles y con Internet satelital.
Impresionado por la visión infernal del nuevo mundo que se presentaba ante él, y con el estómago retorcido de asco, sin más miramientos procedió a vomitarle el escote a una prominente rubia que más que caminar, parecía desfilar cerca de él. In más miramientos, lo tomaron por el forro del pantalón y propinándole terrible puntapiés, Friedrich conoció lo que es un cielo estrellado, el agua de la alcantarilla y un culo roto.
Dicen los que no saben (porque los que saben entienden que es mejor guardar silencio a decir giladas), que cuando Friedrich se alejó de la fiesta por calles sin nombre ni memoria, cabizbajo y meditabundo, se cruzó con un pordiosero que, al verlo en tan lamentable estado, lo invitó a tomarse un trago de vino junto a él.
Dicen también que luego de estar Friedrich contándole la desgraciada noche que había tenido, el pordiosero suspiro y mirando a las estrellas le dijo:
-Pibe, no te olvides nunca de esta premisa de vida: tratar de hacer entender algo a un boludo, es ciertamente ser un boludo.
1 comentario:
Boludo lo que se dice boludo
es para decir
que haces boludo tanto tiempo?
pobre la rubia no?
le quedo aroma para media semana mas o menos.
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