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Ella saltó de su mente al abismo para probar que en el infierno también había palomas.
Cuando saltó, la boca del silencioso rugido la engulló, pero con ella se llevó un par de manos que acompañaban los brazos de otro cuerpo que al verla caer, no dudo en saltar también.
“¿Saltarías conmigo? Habría pensado ella minutos antes, pero como el tiempo le urgía en la garganta se olvidó de preguntar con la voz, sin embargo ni falta hizo cuestionar nada, ya que el cuerpo del muchacho que caía a su par, contestaba toda pregunta por formular.
Los ojos de ella al dar el paso que daba comienzo al final estaban cerrados, pero extrañamente su corazón jamás había estado más abierto, él en cambio, no cerró los suyos ni un instante, pues ya había saltado mucho antes al haber comprendido que la amaba desde siempre.
Abriendo el portal de los sueños que palpitaba en su mirar, ella fue sonriéndole a él, que en su caída libre no hacía otra cosa más que abrazarla con la risa.
Sin despegar la vista el uno del otro, ambos comprendían lo que los demás ignoraban.
Qué si hay realmente amor, cuando uno salta el otro lo acompaña.
Cuando el abismo mutó en concreto ya no importaba ni el duro suelo, ni el instante fugazmente doloroso apagaría todo recuerdo de una vida, ni las maldiciones que más tarde proferirían los forenses tratando de reunir todas las partes de sus cuerpos.
Ahora eran dos almas que como fuego, se fundían en una sola mirada que se dedicaban mutuamente, iluminando en la noche oscura, su pasión como una estrella más.
Lobo
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