1/22/2009

Conversaciones (1)

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Pensaba en esos silencios incómodos. Quizás porque entre ambos bien podría presentarse esa situación o tal vez porque supongo que no es un tema que muy comúnmente se trate. Esto obviamente, sospecho que no es del todo cierto; el tema de los silencios incómodos suele ser uno de los temas más recurrentes que existen en una primera cita.
“Así que la cuestión es ésta. Si, es una cuestión simple si se precia, ¿nunca te pasó estar sentada ante alguien y rogar que surja un tema que rompa la monotonía del momento, pero que la rompa bien y no con comentarios superfluos y carentes de sentido? Seguramente te habrá pasado, incluso más de una vez, incluso más que ahora. Pienso que las charlas cuando son forzadas tienden a ser un chantaje de la angustia que se presenta cuando uno se cohíbe. Yo soy callado, por ejemplo, y todo silencio me resulta encantador, pero claro, todo silencio es menos encantador que tu mirada, y ojo, esto no es un halago sino un llamado a la justicia y no a la verdad, porque, ¿qué es la verdad después de todo, sino un prisma de imágenes que reflejan vanamente un mismo y único objeto? La verdad, digo yo, de seguro ha de estar manoseada a tal punto, que ya es inmune a toda caricia y por eso se vuelve fría y tajante cuando se presenta. Pero lo cierto es que ahora que estamos sentados vos y yo acá, te agradezco el silencio de tu voz, porque tus ojos me dicen más que todas las palabras que se te ocurran. Tus ojos se graban en el interior de mi mente como una marca de hierro candente y me dan la esperanza de que mañana, al recordar esa mirada tan tuya, pueda hacer un boceto de tu alma y estudiarla a consciencia. De seguro mañana al pensarte, no se me van a escapar la cantidad de cosas que ahora se me escapan, pero bueno, al menos podemos sacar en limpio que esta no es una charla vacía, aunque se parezca más a una charla con mi propia cara que a esas conversaciones súper evaluadas sobre el riesgo país, el programa de mediodía y a cuanto se fue la papa en la wall street. Por cierto, ese vestido te queda bien, pero se lleva los laureles por lo que insinúa tu escote. Tampoco es un cumplido esto que te digo, más bien se acerca a la verdad y si, ya sé que hace menos de diez vistazos a tus benditos pechos yo teorizaba sobre la verdad, pero si vamos al caso, todos estamos tan cerca de la verdad como un caballo puede estarlo de una zanahoria atada frente a su rostro, imposible de alcanzarla aunque se tenga ante las narices, y es por esto que los caballos toscos, brutos y tercos son tan bueno laburantes. La esperanza de alcanzar una meta es lo que impulsa al animal, humano o no, a alcanzar las metas. Es el hambre. De saberse útil, de encontrarle un sentido a estos hilos que tiran de nosotros sin propósito definido. Es el hambre de sentirse vivo dentro de la vida. Es el hambre que se me despierta al mirarte.
¿Pedimos sushi o un tostado de jamón y queso? Yo me conformo con tu boca, y perdón si te suena impulsivo, pero me imagino que cualquier comida sabe mejor desde tu boca de carne y deseos que desde un frío tenedor, aparte los dientes se desgastan con el uso de mascar pero la lengua no se desgasta nunca con el proceso de degustar. Ya ves, lo mío es preservar la salud para el futuro. ¿Me ayudas a mantenerme sano?...”

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