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Si mis memorias- dolorosas y ya no tanto- fueron espejo de sus actos y con eso, logró vencer su propia adversidad.
Entonces el fuerte abrazo que me brindó casi entre lagrimas- agradecido y no tanto- fue la recompensa a toda mi búsqueda y mi martirio.
Porque mientras él se salvaba de su destino en el mío, ambos hallabamos la redención del posible.
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